EUROPA
PRESS
5 enero
2020
¿Importa
lo que comemos para nuestra salud mental?
Aunque en diversas ocasiones se ha
asegurado que la dieta influye en la salud mental, una revisión llevada a cabo
por expertos del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología
ha alertado de que la evidencia científica sobre esta afirmación es
"relativamente débil".
"Hemos visto que existe una creciente evidencia sobre
el vínculo que hay entre una dieta pobre y el empeoramiento de trastornos del
estado de ánimo como, por ejemplo, la ansiedad o depresión. Sin embargo, muchas
creencias comunes sobre los efectos que provoca en la salud ciertos alimentos
no están respaldadas por evidencia científica sólida", ha dicho la autora
principal de la investigación, Suzanne Dickson.
Además, tal y como han observado los expertos en el trabajo,
los datos epidemiológicos disponibles en la actualidad sobre nutrición y salud
mental no proporcionan información suficiente sobre la causalidad o los
mecanismos subyacentes. Por ello, han destacado la necesidad de llevar a cabo
más estudios de intervención dietética, "adecuadamente controlados y de
suficiente duración y especificidad", que demuestren "efectos
beneficios" para la salud mental de la dieta.
Y es que, aunque los investigadores han observado que hay
algunas áreas donde este vínculo está "firmemente" comprobado, como
por ejemplo que la deficiencia de la vitamina B12 puede provocar fatiga,
problemas de memoria o depresión, o que la dieta mediterránea aporta beneficios
para la salud mental, no hay evidencia científica suficiente que demuestre las
ventajas que aportan los suplementos de vitamina D o que hay determinados
alimentos que aumentan el riesgo de autismo o trastorno por déficit de atención
e hiperactividad (TDAH).
Escasez de
estudios a largo plazo
"A nivel individual a menudo encontramos pruebas muy
variadas. Por ejemplo, con el TDAH podemos ver que un aumento de la ingesta de
azúcares refinados puede incrementar el riesgo a padecerlo, mientras que el
consumo mayor de frutas y verduras lo reduce, si bien hay pocos estudios que
realmente lo demuestren y, los que hay, no han durado lo suficiente como para
mostrar efectos a largo plazo", ha apostillado Dickson.
Asimismo, prosigue, sí se ha comprobado científicamente que
la nutrición en el útero y en la vida temprana puede tener efectos
significativos en la función cerebral en la edad adulta, si bien está siendo
"muy difícil" demostrar que haya dietas específicas o complementos
dietéticos que mejoren la salud mental en la población general.
"En los adultos sanos, los efectos dietéticos en la
salud mental son bastante pequeños, y eso dificulta la detección de estos
efectos, ya que puede ser que la suplementación dietética solo funcione si hay
deficiencias debido a una dieta pobre. También debemos considerar la genética,
dado que diferencias sutiles en el metabolismo pueden significar que algunas
personas responden mejor a los cambios en la dieta que otras", han
recalcado los investigadores.
Al mismo tiempo, han recordado que los alimentos no son un
medicamento, por lo que deben analizarse de manera "diferente", por
lo que han insistido en la necesidad de ser "cautelosos" a la hora de
sacar conclusiones sobre la "escasa" evidencia científica que hay en
la actualidad.
"Esta revisión exhaustiva es muy necesaria ya que
arroja luz sobre exageraciones y esperanzas, hechos y ficción en el nuevo campo
de la nutrición. Como el impacto social de este campo en rápido desarrollo es
enorme, debemos ser científicamente sólidos al hacer nuestras recomendaciones",
ha zanjado el presidente del Comité Científico del Programa Científico del
Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología, Andreas Reif.